“Salva lo bueno”, me dijo él. ¿Y qué es lo
bueno?, pensé. No soy una experta en rescates, apenas soy capaz de remar en mi
propio barquichuelo, y duele nadar a través de un naufragio. Cuando ves que cada
uno se ha aferrado ya a la tabla de salvación que más le conviene, cuando sabes
que aquel se ha cansado de ayudar a otro a llegar a la orilla, cuando notas que
el que tenías al lado mira hacia una costa más atractiva. ¿Qué salvar cuando
ves que otros se han ahogado conscientemente? A veces ni siquiera por una
tormenta. El silencioso mar en calma, helado, inmóvil, indiferente, puede
arrastrarte hacia lo profundo con más fuerza que el peor tornado.
Lo único que considero bueno es el afecto
cordial, la complicidad nacida de la confianza, el cariño auténtico, sincero,
incondicional. A veces, la admiración sin envidia, la que te hace sentir un
privilegiado cuando escuchas a aquellos que sabe más o lo hacen mejor que tú. El
amor, en definitiva, con la etiqueta que queramos ponerle. Y el amor sólo
existe cuando se comunica. ¿Sobrevivirá al naufragio o sólo flotará el recuerdo?
No se puede empujar hacia el barco a quien prefiere nadar solo, a quien quiere
otros mares, a quien desea otras travesías. Si no hay amor, en un remo para dar
y en otro para recibir, el barco no se mueve; no sopla la brisa cálida que
impulsa las velas; no hay motor que mantenga la dirección. No hay marineros.
Sólo el mar más solo que nunca.
Lo bueno es él. El resto, incertidumbre. Y ganas
todavía, a pesar de los vientos, de asomar la cabeza bajo el mar. Sobrevivir y seguir
nadando.
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Lo que tu consideras bueno es lo que nos salvará... sigue, sigue nadando!
ResponderEliminarabraçades!
Eso espero, y que lo bueno siga existiendo... :)
EliminarUn gran abrazo!