Me gusta ser parte de ti, parte del reflejo en el
que te miras o del espejo que te muestra lo que eres. Ser dos y uno. Iguales y
cambiantes. Otros y los mismos. De breves instantes y sentimientos eternos.
Con una lágrima, como siempre, nació lo profundo.
Gota a gota creció sin más límites ni barreras que la imposibilidad de tu ser y
del mío. De rozar tu esencia y hacerla mía, devolvértela y sentir que no puedo
alcanzar más que lo permitido.
Cuando tú eres montaña, yo soy lago: la superficie
donde te encuentras al verte, donde desapareces al esconderte, donde descansas
al subir. El hueco en la ladera donde te detienes en el ascenso a la cima y el
agua que calma la sed al final de la travesía. Brillo con tu imagen en mí y
admiro tu figura imponente e inmortal. Y entonces, te quiero más alto, más
lejos, desde la distancia que sólo me deja intuir tu cielo.
Cuando yo soy montaña, tú eres lago. Hondo y vivo,
te veo cubierta de nieve esperando que el sol la deshaga y renueve tus aguas.
Crecí para cuidarte y te observo sereno, en el reposo inmutable, hasta que
asome tu luz. Quiero verme en ti, descubrir lo que no conozco de mí: ser matiz,
complemento, tono oscuro y verde resplandor. Te quiero al lado para no
desaparecer.
Quiero ser tú y quiero ser yo, los dos y siempre. Un
mismo cielo y dos sobre la tierra.
Cuando dos cosas como ese lago y esa montaña son tan bellas es porque forman parte del mismo paisaje, es porque en realidad son una sola. Fantástico post!
ResponderEliminarGracias por la parte que me toca en tu inspiración :)
Abraçades!
En eso pensaba al escribir, que son una sola realidad. Gracias a ti, la parte que te toca es la misma que hay entre esa montaña y ese lago, y viceversa. Todo uno ;)
EliminarUn abrazo inmenso!