Guardaré tus sueños de noche o de día, con el
corazón abierto y los sentidos alerta.
Sobre la almohada en la que descanses
reposaré junto a ti la cabeza para que ninguno se escape, sobre los tejados vigilaré
que ninguno caiga entre las rendijas de lo imposible, sobre las nubes
escondidas hallaré el sol que te falte y sobre el cielo atraparemos aquel color
que desapareció del paisaje.
Si subes, seré tu peldaño; si bajas, esperaré
al final del descenso. Me enseñarás todos los caminos y aprenderé de tu mirada
viajera con destino infinito. Y el despertar será seguro porque seremos dos al mismo
tiempo, la madeja y el hilo, la fuente y la sed, rescatando ilusiones,
vigilando fantasías, creando mundos, vaciando penas.
Creceré por ti, a tu lado, cerca de donde
duele la vida y la realidad muere entre pasadizos y esquinas, sobre cimas
ardientes y aceras mojadas, y juntos nos alejaremos de la felicidad falsa que no
juega ni ríe, que desprecia y daña.
Seremos uno soñando y dos viviendo. En tu
reino o en el mío no habrá vacío sin red, cariño áspero o caricias sin
respuesta.
Lo llaman compañía, lo ensalzan como amistad.
Al amor le ponen muchos nombres pero ninguno lo define, porque es como los
sueños, tuyos y míos, los que nadie mide, nadie encierra, nadie atrapa y nadie
mata.
(Gracias a Ricardo Balaguer @Avisnigra67 )