Miró el horizonte a través del objetivo de la
cámara buscando la historia de ese instante. Justo en la mitad de su vida, quería
hallar el antes y el después, suspendido en el ahora. Lo mantuvo detenido ante
sus ojos, tratando de enfocar pasado, presente y futuro, sobre la superficie en
calma de su mirada. Flotaba ante ella una bruma plateada de gris acero,
inestable y tímida, sin atreverse a ser blanca, sin osar fundirse a negro. Quería
ver paralizada la historia de lo que antes fue y lo que podría ser. Todo lo que
le dio forma y la creó; lo bello, lo trágico o lo trivial; lo que la hizo
crecer, lo que moldeó las fronteras que jamás traspasará, las cimas
inalcanzables, con el mar a sus pies, lamiendo imposibles, curando con agua
salada heridas viejas, dolores nuevos.
Respiró una bocanada de silencio espeso. El primer
instante pasó y el segundo también. Su compañero le siguió y el resto huyeron
después, impacientes, fugaces, con la absurda urgencia de llegar a ninguna
parte. La historia de una pérdida tras otra. ¿Sería esa la respuesta? Le había
costado lágrimas, sudor y un pedazo de alma llegar hasta allí, hasta la paz
ficticia de un paraje solitario que embelleciera la ansiedad de querer, la angustia
de no poder, la impotencia de no saber, la incertidumbre de qué hacer.
Como todos, pensó, no eres la única. Hay
quien detiene su instante ante la sonrisa triunfal de un hijo, con el primer
sorbo de un café placentero, al notar la caricia de una mujer, en un breve
descanso, ante el reconocimiento de un amigo, sintiendo el abrazo de un padre,
frente a la mirada de un desconocido… Y allí, de mil maneras, dejan anclado
pasado y presente, dejando flotar a la deriva el futuro, perdiendo lo ganado en
un instante, muriendo en otro, viviendo de nuevo para ganar lo que perderán al
siguiente.
Apretó el disparador de la cámara, sin pensarlo
más. Así, tal como estaba. Una imagen idílica y gris, atrapada al final; una
imagen plácida y vacía que había cobrado vida ante sus ojos, con todo lo que
quedaba de su historia desfilando por su corazón, con todos los instantes
ganados que había conseguido recordar y todos los siguientes que nunca dejaría
de soñar.
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