Te dejé un poema tras la puerta. Esperando.
Tenía voces y luces y susurros desesperados,
suplicantes.
Al tocar la primera palabra, expectante y tímida,
al presionar el cerrojo, celoso protector,
giraría la llave con todas las letras en orden,
mudas y plenas,
al unir las sílabas, poco a poco, crecería el
verbo, el grito vivo,
que esperaba traspasar el dintel con su fuerza
tras el umbral.
Pero tu mano no alcanzó la llave, ni abrió la
puerta,
ni se acercó a su secreto, ni intentó entenderlo.
Nadie te ayudó a limpiar las telarañas del miedo,
las que con un soplo de valor se van,
las que temen al coraje del que mira sin dudar.
Pensaste que era viejo el misterio, conocido enemigo
que encerrado viviría, que el tiempo lo
cubriría
y el olvido mataría la llave, la puerta,
el amor y el mensaje.
A veces suena su metal con el viento,
cruje su piel de madera, chirría su eco
silenciado
y se remueve el poema con sus palabras antiguas,
humildes aspirantes, leales amigas, fieles
moribundas
que sueñan una resurrección en tu alma.
Aún espera el poema, más allá de ti. Y siempre
frente a ti.
La llave ante tu mano, el tiempo detenido, la espera
final,
y el amor atento reclamando libertad.
Inmensamente bello y triste, pero real
ResponderEliminarMuchas gracias!
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