martes, 28 de junio de 2011

El escritor

El escritor deslizaba la pluma sobre el papel con sabiduría de años y la dulzura del que apoya la mano sobre un rostro amigo. Enlazaba, sin detener el aliento, nombres amados rescatados del pasado, incontables verbos de acciones sin cumplir, puntos suspensivos que engarzaban dudas, errores y miedos, y alguna chispa de fugaz alegría.
Con sus últimas fuerzas arrastró aquellos sentimientos desde la infancia hasta el inminente final. Clavó las palabras en el papel, con la pluma como puñal, conjurando traiciones y pasiones, mientras cada cicatriz dejada por la vida se estampaba también en su piel.
Con el punto y final, suspiró, cerró los ojos y descansó. Su último pensamiento fue para el lector que reviviría su historia con otros ojos y otras heridas, esas que tal vez pudieran sanarse con aquellas palabras marcadas por el fuego de una vida en el papel.

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