Ser cada día el torrente intenso que fluye constante, imparable, una cascada entre rocas que acarician o aristas que agreden. Avanzar sin pausa ni rendiciones, sortear obstáculos sin romperse. Sentir el estruendo o el eco de la serenidad, deslizarse sin temor entre sombras, alimentarse de luz y absorber colores de vida.
Y al final del trayecto, descansar y regresar al origen, el mar…
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