domingo, 19 de junio de 2011

Fútbol sin colores

Cuando apenas levantaba unos palmos del suelo veía a mi padre escuchar el Carrusel Deportivo o ver los partidos de fútbol en televisión, en completo silencio, sin apenas una reacción ante una decisión arbitral injusta o un decisivo gol en el último minuto. Amaba el fútbol con devoción religiosa, pero sin partidismos; disfrutaba una jugada como si admirara una obra de arte. Cuando aquella niña le preguntaba de qué equipo era, respondía que del que mejor jugara en ese momento:“recuerda que lo importante es el espíritu de equipo, el acierto de los entrenadores, los futbolistas que se matan corriendo tras el balón…”Entonces apenas le entendía, pero él insistía en sus lecciones, lacónico, una y otra vez, siempre equilibrado, razonable…
Unos palmos después, aquella niña (la más orgullosa y feliz del mundo) le acompañó muchas veces al campo del equipo del modestísimo equipo de nuestra ciudad. Y allí pudo comprobar que el equilibrio se rompía ante un gol de aquellos esforzados jugadores de tercera división. Se le iluminaba el rostro con una sonrisa, de su garganta salía un grito de felicidad y desahogo. Entonces, aquel hombre bueno se transformaba, era feliz, sentía, se emocionaba…
El fútbol está lleno de tópicos y tal vez uno de los mayores sea el de “sentir los colores”, defender a muerte a tu equipo con ceguera, juegue bien o mal. Pero sería imposible poner una barrera emocional, contemplarlo con indiferencia, como un simple ejercicio científico de valoración de táctica o técnica deportiva. El fútbol no sería el fútbol sin “colores”.

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