lunes, 20 de junio de 2011

Juez y parte

Cantaba Sabina a su princesa de la boca de fresa que todos somos juez y parte de sus andanzas. Y es que todos en algún momento nos hemos creido capaces de dictar sentencia sobre la vida de los demás y, lo que es peor, sin tener en cuenta qué parte de culpa podríamos tener en el “presunto” delito.
Juzgamos al vecino, al amigo, al familiar con ligereza, con la misma ceguera de la diosa de venda en los ojos y balanza inestable. Sin abrir diligencias previas, investigar el caso, valorar las pruebas, sin escuchar a los testigos y mucho menos al interesado. Instruimos el sumario a base de remover educación y experiencia, mezcladas con prejuicios, aderezadas de miedos y miserias.
La envidia o el egoismo se turnan para ejercer de fiscal y la defensa apenas encuentra argumentos para rebatirlo, torpe e incapaz de ponerse en el lugar del reo.
Juicio visto para sentencia.
Delito: no pensar o actuar como nosotros creemos que debe ser.
Condena: toda una vida de críticas… y un día. Tiempo indefinido en la prisión del rechazo.
¿Es justo?

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