Cierro los ojos cada noche con la esperanza de que al amanecer haya desaparecido la angustia de muchos, la envidia de tantos, el rencor de algunos, y el hastío de casi todos.
Cierro los ojos deseando que aquellos males, reales o imaginarios, se evaporen como un fascinante, ligero y etéreo humo azul...
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