“Si no existieras, habría que inventarte”… Deslumbrada, fascinada, atrapada por las primeras palabras de amor que escuchaba, intentó cumplir fielmente los planes de su inventor. Aquel que iba modelándola poco a poco, en gestos, costumbres, gustos, hasta invadir su mundo sensaciones y sentimientos, intentando transformar sus pensamientos.
Exhausta, dolorida y sufriendo por tratar de alcanzar la cumbre ideal de su creador, descubrió que el mayor daño, el más profundo, era ir a contracorriente de su propio ser.
Cuando su alma ya era sólo una máscara ajada, lanzó un último beso de adiós a su creador. De su lucha quedó la certeza de que, antes o después, encontraría otro amor que la querría simplemente… porque existía.
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