lunes, 16 de enero de 2012

Aprender a dudar

Con el paso del tiempo se marchitan las rosas, se arruga la piel y se encogen las certezas. Los años reducen las verdades, las aprisionan entre dudas y las acumulan en un confuso y gran montón junto a los recuerdos de experiencias pasadas, fallidas, sorprendentes, imprevisibles. Aciertos y errores se convierten en caras de la misma moneda, donde el anverso y el reverso dependen del momento, de las circunstancias y de los demás. Y por cada cabello que encanece, surge una nueva duda, mientras las verdades absolutas se visten de quimeras.
 De las preguntas de la infancia se pasa al miedo a las respuestas en la adolescencia. Las decisiones vitales de la madurez se reducen a la sabiduría de la duda en la vejez. Aprendes que juzgar es la mayor injusticia, que tras toda sonrisa se oculta una pena, y que todas las direcciones de la vida, en calles de ida y vuelta, muestran sólo las fachadas que ocultan lo que guardan dentro. Aprendes que todo cambia a cada instante, tan rápido e imprevisible como tú mismo. Aprendes que nadie puede atrapar la seguridad de lo incierto que es vivir.
Crecer es aprender a dudar, esa es la única sabiduría. Y cada pensamiento ser reconstruye de nuevo, cada año, con cada arruga, acompañado de un “tal vez”, “quizá”, “a veces”…
A mi padre.

1 comentario:

  1. Incluso acompañado del "depende" que tanta fama nos da a los gallegos.

    Lo bonito sería que nos hubieran enseñado, que enseñáramos a nuestros hijos, a cuestionar desde el primer momento. Me ha recordado a un fragmento maravilloso de la película “Lugares comunes” que había incluido en un post (con tu permiso pongo el enlace).

    Es cierto que la duda duele, pero nos hace más fuertes: "Aciertos y errores se convierten en caras de la misma moneda"

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