viernes, 19 de abril de 2013


No sé a dónde voy, ni adivino el camino. 

Nunca hay seguridad a la vista, ni señales que indiquen en qué lugar habita el destino.

Cualquier dirección marcada es un truco de la vida para perdernos…

Veo sólo senderos por pisar, asfalto reconocible y el reflejo de lo que queda de mí al avanzar…

Sé que te llevo conmigo, regalo del azar, como mi brújula y mi fortuna.






miércoles, 17 de abril de 2013


Toda mujer es una silueta recortada en lo oscuro que ofrece su piel desnuda a versos y poemas que aspiran a eternidad. Mujer hecha de palabras de amor, con tacto de ternura anhelada y suavidad cierta, ilumina a quien reconoce su brillo y conforta a quien reposa en su claridad. 

Toda mujer es un perfil ausente para quien se marchó antes de llegar, lamento escondido en la noche que sólo escucha la luna cómplice. Sombra que oculta deseos, enigma encerrado a la luz del día. Luchadora de sol, vencedora al atardecer. Cofre cerrado de besos, aún por estrenar.

Toda mujer guarda vida entre claroscuros y es un triunfo  para quien  

la desnuda o la arropa, la entiende y la ama.






lunes, 15 de abril de 2013

La caja de la nada


Se aburrían y no lo ocultaban. Haber aceptado la invitación de la nueva para tomar café en su casa había sido un error. Tiempo perdido que habrían podido emplear en hacerse la manicura o sondear las novedades chic “primavera-verano”. Taconeando, vagaron por la estancia hasta que las miradas de las dos mujeres se cruzaron y se detuvieron al mismo tiempo sobre la estantería que presidía el salón, donde reposaba una pequeña e insignificante cajita de dibujos geométricos, comprada hace muchos años en algún lugar desconocido. “Vaya, qué cosa más pintoresca”, dijo una. “Y un poco vulgar”, precisó la otra. “Chisss… Calla, que puede oírte…Espera, que vamos a preguntarle…”

“Ana, guapa, ¿qué tiene esta cajita tan mona de la estantería? Es muy curiosa…”, preguntó a gritos la primera. “Nada. Nada que se pueda ver o se pueda tocar”, contestó Ana desde la cocina, donde preparaba el café. “Miente. Seguro que tiene alguna joya de las de su padre. El jefe me contó que es de familia adinerada y su padre fue un anticuario de prestigio”, cuchicheó su compañera. “Tal vez podríamos abrirla y echar un vistazo…”, en sus ojos brillaba la curiosidad y un opaco deseo de poseer lo ajeno. “No, quieta, que ya viene… Vamos a desenmascararla…”

La sonrisa tranquila de Ana llenó el salón cuando depositó suavemente sobre la mesa la bandeja con el servicio de café y los dulces. Miró a sus compañeras y, al ver en sus rostros el escepticismo que eran incapaces de reprimir y el interrogante que remarcaban sus cuidadas cejas, les explicó: “Os aseguro que la cajita no contiene nada material. En ese sentido está vacía. Mi padre me la regaló de pequeña con la intención de que guardara en ella todo lo que no se puede abarcar. 
Me dijo: Ana, cuando crezcas sentirás que lo más importante en la vida es difícil de mirar. No podrás tocarlo, doblarlo, cortarlo o medirlo. No podrás trazar líneas rectas o curvas que lo delimiten, no tendrá vértices ni esquinas que lo modifiquen o lo deformen.  Lo importante es un espacio sin dimensiones, infinito y, si tú quieres, eterno… El rencor del que debes huir, la envidia que debes evitar, el odio que debes alejar, tienen aristas que dañan como las figuras de esta caja. Míralas y recuérdalo… Y no olvides la lealtad que debe acompañarte, la ternura que impulsa la vida, la fortaleza de la conciencia limpia, la pasión que revive, el amor y todos los sentimientos que no puedas dominar, guárdalos en esta caja. Conserva todo para que no se te escape del corazón, lo que entiendas y lo que no, siéntelo como algo sólido, vivo, verdadero. Y cuando lo necesites, guárdalo en esta caja,  donde la nada es todo…”

La voz de Ana se fue apagando. Cualquier explicación resultaba inútil. Era evidente que jamás la entenderían. En los maquillados rostros de sus dos compañeras aparecían ahora muecas de incredulidad que dejaban al descubierto sus tapadas arrugas. Bajo las capas de maquillaje, en la frente y en las comisuras de los labios se percibía el estupor y la desconfianza. “Muy interesante, Ana, de verdad. Pero tenemos que irnos ya. Se nos ha hecho tarde”.

“Entiendo. Gracias por venir”. Las vio abrir la puerta y las oyó taconear apresuradamente por las escaleras. Cuando se giró y miró la estantería que presidía su salón, notó que algo en su vida había cambiado…

Las dos mujeres corrieron por la acera sin mirar atrás hasta detenerse a una distancia prudencial. “¿Pero por qué corremos, qué pasa? A ésta no hay quien la entienda, está chalada, pero no nos va a hacer nada… Con mantenernos lejos de ella en el trabajo será suficiente”, resopló una de ellas sin entender, hasta que vio de nuevo brillar la codicia en los ojos de su amiga. La vio abrir el bolso de diseño y sacar la pequeña e insignificante cajita. “¡La tengo! Ahora comprobaremos todas las mentiras de esa loca y nos quedaremos con el anillo o el collar o lo que sea que hay aquí…” 
Casi temblando por su audacia, tocó el cierre de la caja, lo levantó y abrió la tapa. Sobre el terciopelo rojo que cubría el fondo de la caja no había nada. “¡Está vacía, era verdad, está vacía!” “A ver si es cierto que ella se cree todas las tonterías que nos ha soltado…” Se atropellaban al hablar, atónitas y confusas, con la culpable caja en la mano y la secreta vergüenza de haber robado pintada en sus caras.

A su espalda notaron una leve respiración y se giraron con un sobresalto. Ana las miró serena y extendió la mano para que a ella volviera su caja: “Espero que algún día me entendáis. Será lo más valioso que podáis poseer. El día en que nada lo signifique todo”.






viernes, 12 de abril de 2013


La oscuridad es un manto cálido cuando la luz es fría.
Cuando cada nueva estrella te deslumbra,
cuando tu firmamento brilla,
cuando me recuerda lo que ya no me quieres a mí…
Abrazo la noche.