jueves, 23 de febrero de 2012

Detrás de las palabras...

Antes, la pluma rasgaba el papel dejando pequeñas cicatrices, tatuando y decorando los sentimientos en el papel. Las palabras se moldeaban al ritmo de la mano, encogidas de angustia, estiradas por la expectación o hinchadas de alegría. Detrás de aquellas palabras latía el sello, la personalidad del que secaba la tinta con su aliento, del que dejaba su vida aprisionada entre las letras, y al mundo dejaba expuesto su ser. Ahora, las palabras desfilan idénticas y uniformadas por la pantalla, cada vez más breves, abreviadas y apresuradas, en dura competencia con otras miles que pugnan por avanzar en la batalla. Aquel alimento diario se consume ahora con rapidez, tan fugaz que apenas deja atisbar el sentimiento del que las crea, de los dedos que las impulsan suaves o rabiosas contra las teclas.
Pero no olvido que el sentimiento existe y vive, aunque no te vea acariciar las letras. No olvido que es lo único que tenemos para romper la distancia. Palabras pobres, torpes, rebaladizas, cayendo en arenas movedizas, lanzadas al aire hacia un destino intuido pero incierto. De tu mundo al mío, de tu instante al mío, son viajeras sin garantía de retorno. Palabras amigas, cómplices, aliadas que nos elevan a la gloria; palabras enemigas, falsas, traidoras que nos hunden en la miseria. Juguete de contradicciones, cadena de compromisos y sentencias eternas. Un arriesgado puzzle de signos, manipulado entre inseguridades y miedos, que podemos combinar de infinitas formas, pero que siempre nos dejará un regusto insatisfecho porque falta el gesto, la luz y el calor del que emanan.
Pero no olvido que las palabras son lo único que tenemos para atravesar muros. En la distancia, el silencio es un desierto plagado de espejismos construidos de suposiciones, heredero de la soledad y deudor de la imaginación. En la distancia, el silencio es un pozo cada vez más profundo, un pozo sin eco del que emana un tufillo a indiferencia. Un pozo que, desde lo más hondo, reverbera un grito para que lluevan palabras, un aguacero que limpie sus aguas estancadas, antes de que se pudran cubiertas de sentimientos muertos.
Y sobre todo, no olvido que detrás de las palabras, detrás de todo, están tus brazos rodeándome. Y lo mucho que te quiero…

3 comentarios:

  1. Detrás de las palabras hay cartas de presentación. Nos podremos esconder detrás de ellas, pero al final son parte de nuestro equipaje en la vida, buena parte de lo que nos define.

    ResponderEliminar
  2. Que bonito Mara, detrás de las palabras hay tanto y a veces tan poco..
    un abrazo
    Bego
    @bego48

    ResponderEliminar
  3. Es cierto, las palabras a veces se transforman en lo que queremos o tememos: “un arriesgado puzzle de signos (…) lo único que tenemos para atravesar muros”

    Porque la percepción depende de dónde nos encontramos, a veces cuesta darnos cuenta de que son producto de nuestra forma de ver el mundo, no necesariamente la realidad. Pero eso también es una suerte, porque nos da la capacidad de mejorarla.

    Adorables palabras… :)

    ResponderEliminar