viernes, 1 de febrero de 2013

Desnudé un "te quiero"...


Desnudé un te quiero solitario y furtivo, aquel día lejano, sin noche ni mañana, presente sin horas, en algún instante entre el ayer, el hoy y lo desconocido.
Lo desnudé con calma, pausada, dulce, suavemente, le quité una resistente capa de miedo, otra más dura de vergüenza, temblorosa timidez. La última, de acerado orgullo.
Se deslizó como la seda, desde los labios, sobre los hombros. Grito y caricia. Se detuvo con un estremecimiento a lo largo de la espalda. Volvió  al pecho, acogedor, latiendo en el vientre, golpeando fuerte en su llamada, vibrante, intenso en su eco.
Hasta los dedos de los pies llegó para empujarme a andar, huella profunda, paso imborrable.
Libre te quiero, expuesto ahora a los vientos del cambio, perfume de otras brisas, burlas de los que envidian. A veces siente frío, a veces arde.
Se oculta entre palabras, defensoras del dolor, añora la protección del silencio que fue. Ahora se sabe conocido y vulnerable, lucha por seguir tatuado en una piel sin heridas.
Ahora es un te quiero como otros tantos, como otros muchos con temor al porvenir. Sereno ante una sonrisa o incierto ante el olvido, en lucha contra las dudas, equilibrista en el filo del remordimiento sin culpa. Pero no será un te quiero como otros tantos, como otros muchos demasiado ocultos para las vidas que los necesitan.
Desnudo te quiero, eterno, vive. Pase lo que pase.



Imagen obra de William Whitaker.

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