miércoles, 5 de marzo de 2014

Te lloré un otoño...


Se sentó en el sofá, solo con la noche.
Desgastado y roto como él, desteñido y oscuro como él,
unidos durante años, cómplices de momentos cotidianos,
estrado de sus juicios, banquillo de sus condenas diarias,
butaca preferente en el teatro de su vida: dolor, descanso y caricias.

Debería abandonarte, viejo amigo.
Es invierno aquí donde las ventanas están selladas y las paredes callan.
El final aún no aparece y alrededor todo es recuerdo.
Cuando apoyo la cabeza en tu respaldo, ella regresa:
estiro las piernas y ella camina, extiendo las manos y ella me roza.
Cierro los ojos y sueño.
Tienes el aroma de su ausencia, el hueco de su cuerpo.
Chirrían tus muelles como los ecos de mi silencio.
No hubo explicación ni perdón.

Me deja sin esperanza este duelo inútil,
este esfuerzo baldío sembrado de preguntas
perseguido día tras día.
¿Qué hice mal? ¿Por qué la dejé marchar?
Me mata esta soledad vacía, transitada de dudas,
henchida de culpas. Si fui yo o fue ella…
Es mi rutina de muerte en un sofá poblado de recuerdos
que me dan la vida.

Es invierno y aún siento cómo me llama. Oigo su voz y su canción:
“Te lloré un otoño,
mientras tú me olvidabas.
Como hojas caían las lágrimas
que ya no besabas.
Me desprendí de ti en cada silencio
que ya no llenabas.
Invisible como el aire,
mientras me olvidabas,
lloré un otoño de viento y ramas,
de lluvia salada y pena amarga.”

La escucho y sé que es invierno. El hielo me arropa en el sofá.
No te irás otra vez si yo no quiero. Te buscaré de nuevo.
Canto con ella y sé que está aquí, conmigo,

esperando la primavera…



Escrito para Las dos Castillas  http://lasdoscastillas.net/


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