viernes, 4 de abril de 2014

Prendí fuego a la lluvia... (Set fire to the rain)





Oyes la música. 
Es su instante. 
Nace como una chispa que arde leve, inquieta, juguetona; 
insiste, intuye que has abierto una puerta, puede moverse, ser libre, 
imparable en su recorrido de piel. 
Se va a apoderar de ti, lo sabes, te abandonas, la dejas...

Crece un cosquilleo en los dedos,
se extiende a lo largo de los brazos; 
los abres: es tu entrega,
eleva los hombros y gira la cabeza, 
vuela al aire que te domina. 
Desciende a lo largo del cuello, vibrante, suave, eléctrico, 
en su hueco, comienza a arder la llama. 
Quema allí donde tendría que estar el beso, sus labios, 
la humedad que enciende el fuego...

Huye hacia el corazón que espera, a su propio ritmo; 
va dejando el rastro de cenizas, renueva los rescoldos, 
sube al pecho que desea, 
inclina la cabeza en un nuevo abandono, 
gira y busca otro territorio virgen donde prender otra chispa; 
se balancea, hacia abajo entre las caderas, 
vientre profundo que late, 
fuego que anhela lo que no tiene fondo, ni fin, ni límites, 
llamas que mojan sensaciones, limpian sentimientos...

Extiende las piernas, 
es pasión que sigue su propio camino, 
se unen, se separan. 
Gira y mueve el calor que sube y baja, 
un paso tras otro, avanza rápido, 
corre hasta los pies que se detienen, 
aliento en el suelo fresco, contraste y respiración...

Cae una gota de la frente, otra entre el pecho, 
sudor frío, 
una lágrima, 
temblor de sensaciones hasta que se detiene la voz rasgada, 
paran los acordes, 
una sonrisa. 

La  palabra se silencia donde bailan las llamas a lo largo de la piel, hoguera de sentimientos llorados, renovados dolor y placer, es rojo transparente, fuego en la sangre que arde de dentro afuera... 
Bailando, amando, se roza lo imposible: la lluvia arde y cala y te abraza y nunca extingue su fuego.





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