miércoles, 14 de mayo de 2014

Flor de un día




Me sentí flor de un día cuando alejaste tu mirada,
expulsada de la primavera, condenada a existir
en un vagar incierto por el páramo de tu memoria.
Fui nube que pasa, hoja caída, rayo que cesa,
remolino que nada arrastra, rama que cruje,
animal herido, corriente fugaz, estrella errante,
luna solitaria, luz apagada, amanecer impaciente,
árbol hueco, reina sin trono, tormenta seca…
Fui todos los tópicos que lloran los poetas.

Presente en tus ausencias, guarda, centinela y vigía
de tus regresos, figura constante, rutina permanente:

como la mota de polvo sobre tu hombro, como el traje viejo del fondo del armario, como el paraguas olvidado en el taxi, como la miga de pan sobre la mesa, como el siguiente juego, como el agujero del bolsillo, como la loca que habla sola en el metro, como la baldosa de tu puerta, como el mendigo que extiende la mano reclamando limosna, como la brisa molesta que abre la ventana…

Vacío en el rincón oscuro adonde no llega tu mirada ausente.

Me convertí en intérprete de silencios, espía de gestos,
pasajera incómoda en tu conciencia, intrusa en tus recuerdos,
viuda en duelo que lava ropajes negros, mientras espera
hilando minutos, para teñirlos de señales y ruegos.

Fui algo, no sé.
Soy algo, tal vez,
la que ama todo de ti
sin ser nada.



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