martes, 31 de julio de 2012

El sol sabe...


El sol sabe cuando llega su momento. Asoma, se eleva y permanece en lo alto, oro ardiente, para dejar al invierno en un lejano olvido. Se pasea poderoso entre campos de tristezas para convertirlas en cenizas que aún resecan la garganta y ennegrecen los labios, penas de sabor amargo que desembocaron en ríos de lágrimas, con su cauces secos ya, agotados ya de fundirse con la lluvia.
El sol sabe que debe dar color a ese océano negro donde se ahogaron las esperanzas y llegar a lo más profundo del abandono, la separación, la soledad y la muerte. Donde todo termina, su crisol de luces doradas juega en lagos de preguntas: ¿por qué? ¿por quién? ¿para qué?… Y los rayos alcanzan aquella colina de fracasos, ascienden hasta la cumbre definitiva de la renuncia y bajan hasta mecer con brisa cálida árboles de hojas en blanco, borradas y vivas sólo en el recuerdo. Su intenso calor deshace la helada escarcha que abrazaba las palabras de cariño que ya nadie quiso oír. ¿Por qué necesitábamos decirlas? ¿Por qué necesitábamos tanto las respuestas?
El sol sabe que tiene que ser faro en la carrera asfaltada de indiferencia y prisa. Alumbrar cloacas de violencia, basura de altivos egoístas, entre esquinas de odio y rincones de oculto poder. Posar una luz en calles por donde desfila confuso el dolor, donde aguardan en las aceras los incomprendidos y abandonados su chispa de calor y fuerza.
El sol es regalo, milagro y certeza en un horizonte de incertidumbre. Y sabe que sólo puede transmitir su luz quien antes ha conocido la oscuridad.

3 comentarios:

  1. El sol sabe... ojalá también nosotros supiéramos valorar todo lo bueno que hay a nuestro alrededor. Y volver a la luz

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  2. El sol sabe... Y la humanidad es a veces un poco testaruda, pero vamos aprendiendo :)

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  3. El sol sabe... que el día en el que todos esos deseos que anuncias se cumplan, nosotros brillaremos más que él. Por eso nos abandona por las noches y vuelve aprisa, todas las mañanas, asustadizo y con la mitad de sus fuerzas hasta que llega el mediodía y vuelve a pensar en traicionarnos.

    Un beso enorme, María José.

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