viernes, 17 de mayo de 2013

Déjame verte...


Déjame verte… Poco a poco, verte sencillo, sentirte sincero. 


¿Notas esa timidez que aún recubre tu piel? Es una capa antigua que de niño te protegía siempre. Como una venda contra las heridas, te cubría el rostro para que no sangrara a la vista de todos. Ya no sirve contra el dolor que se oculta dentro con los años. Ahora sólo es una barrera que impide ver el valor del que sabe guardar su asombro y dominar sus penas.

¿Sientes todavía en las mejillas aquel beso fugaz? Apártalo con una caricia. Extiende la mano sobre él y déjalo marchar. Un beso puede ser sello de traición o de imposible. Si no dejó su calidez más allá de la piel, todos tus poros pueden abrirse a otros limpios, leales, recién creados para ti. 
Después toca tus bordes, desde el comienzo de la nariz hasta la altiva barbilla, donde se exhibe el orgullo. Al tacto, todos los ángulos de tu rostro está tallados de herencia y de historias vivas, afiladas o tiernas. Suavízalos con la lima blanda de la comprensión, el perdón, y tal vez, el olvido.

¿Ves ese ligero rencor que curva aún más la comisura de tus labios? Ese recelo que te impide sonreir. Tiene la rigidez de la desconfianza, el desasosiego; la negrura de la inquietud y la incertidumbre. Un barrote más de envidia, uno más de los que forman la cárcel del odio. Rómpelo y sonríe como el infinito que se extiende por su propio universo.

Sobre tu frente descansa esa paciencia que se va desgastando, arrugando, a cada paso del día. Se acumulan entre sus pliegues de piel los proyectos frustrados y las horas perdidas entre tú y los otros, entre lo que quieres y no puedes, entre el ayer y el hoy. Queda el presente amplio y liso para vestirlo con una nueva piel, renovada de promesas firmes y transparencia sin mentiras.

¿Te ves mejor así? ¿Aún miras con la luz de tus ojos velada por el miedo? Mira cara a cara al temor, rétalo a una tregua eterna, a una pacífica convivencia, donde él silencie sus gritos y tu dialogues pausadamente, para que juntos, en buen acuerdo, él te empuje y tú avances y le venzas. Sois enemigos íntimos y contrincantes necesarios. Verás así en tus ojos el brillo del poder que hay en ti y que todavía desconoces.

Déjame verte…
Ahora, de nuevo, nos miraremos. Sin más que amor, frente a frente, nos reconoceremos… 







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2 comentarios:

  1. Dicen que la cara, (y la piel que la envuelve más aún), son el espejo del alma... y así lo creo yo también. Pero eso es solo cierto a partir de una determinada edad, cuando ese espejo ha vivido lo suficiente. Cuando la genética deja paso a la experiencia de cada uno.

    Abraçades mil



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    1. Así es... y la experiencia nos marca, a veces, demasiado. Por eso, en ocasiones, conviene desvestirnos de esa experiencia y quedarnos con lo auténtico, desnudos de verdad.

      Gracias y millones de abrazos ;)

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