jueves, 13 de junio de 2013

"Nunca llegues tarde a tu propia historia"


Cada vez estaba más nervioso, lo sabía y no podía contenerse. Respiraba a golpe de pulmón y en el cenicero se acumulaban las colillas que volvía a encender a la mitad con dedos trémulos. La página en blanco que enmarcaba su portátil le obsesionaba y le acusaba al mismo tiempo, más deslumbrante y vacía que nunca, mientras la última llamada del editor le apremiaba en la cabeza: “Debes entregar cuanto antes el segundo manuscrito. Es la única oportunidad de consolidar tu carrera. El primer libro fue algo prometedor, pero se olvidará pronto si no demuestras lo que vales con el segundo”.

Qué complicado dar la talla por segunda vez, saber si estás a la altura cuando aumenta la exigencia, comprobar que la cumbre se eleva cuando te detienes hasta llegar a ser invisible. Y más solo cada vez.

Aquella noche, como tantas otras, buscaba desesperado ideas que hilaran una

nueva historia: impactantes, renovadoras, definitivas. Ideas que lo elevaran a la 


cima literaria con un legado para el recuerdo, con el sueño de permanecer durante 


siglos convertido en letras. Por su mente vagaban espías, caballeros templarios, 


vampiros, esnobs de Nueva York, héroes trasnochados, yonkis de extrarradio y 


mujeres fatales con amantes traidores.

“Está todo tan trillado”, pensaba. “Es como si otros hubiesen escrito ya todos los relatos, de principio a fin. Como si ya estuvieran escritas las únicas historias dignas de ser contadas y yo llegara tarde a todas ellas…”

Aquella noche, como tantas otras, junto a los personajes que bailaban en su cabeza, aparecía una figura quieta y serena a la sombra de un ciprés. Una imagen que permanecía inmóvil en su mente desde hacía tiempo y que siempre trataba de ignorar. Le inquietaba el anciano de cabellos blancos y alborotados que reposaba sentado sobre una lápida desconocida, con las rugosas manos entrelazadas, esperando. Tal vez, esperándole… “¿Para qué? ¿Por qué vuelve, una y otra vez?”.

Tras aquella noche, al llegar el alba, decidió seguir el impulso de la alucinación que le aguardaba a la sombra del ciprés. El cementerio estaba apenas iluminado por los primeros rayos de sol y, entre flores marchitas y ecos de lágrimas, lo encontró. Se detuvo frente a sus pequeños ojos oscuros que le reconocieron y con su mano extendida le mostró la inscripción de la lápida: “Nunca llegues tarde a tu propia historia”.

¿Y esto qué significa? ¿Que debo escribir sobre mí?

Tú eres, como todos, único. Tu historia también lo es y lo será.- contestó el anciano.

¿Y qué puedo contar?

- Tu historia, como la de todos, está forjada por el amor. Es lo único que hay y habrá.- le respondió.

- No puedo escribir sobre ella. La enterré hace años. Todo puede salir a la luz menos el verdadero dolor. El dolor es la sombra que no se revela...

- Hazlo ahora. A tiempo. Llega hasta el fondo de tu historia porque es tu vida la que se escapa  si no avanzáis al mismo tiempo.


Con estas palabras, musitadas apenas, el anciano desapareció de su vista. 

Permaneció junto a la lápida hasta que el sol volvió a despedirse un día más. 


Y aquella noche, por fin, frente a la página en blanco, escribió…



CAPÍTULO PRIMERO


Soy escritor, tengo 45 años, y una vez maté a una mujer… dentro de mí…




4 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Muchas gracias por apreciarlo y pasarte por aquí. Un beso :)

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    2. Tengo una deuda contigo desde hace, mucho, mucho tiempo. ¡Qué bonito, escribes, qué fácil lo haces y cuánto embelesas.

      Describes de escándalo y siempre sabes llegar al corazón.

      Envidia siento de tu fuente de inspiración y de tu talento.

      ¡Ofú, qué bueno! ¡Ofú!

      Un beso de un admirador anónimo pero, por los siglos de los siglos, sincero.

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    3. Muchas gracias por tus palabras, me han sorprendido y emocionado! En realidad, escribo para mí, porque lo necesito, pero si alguien lo disfruta también, la satisfacción de compartir sentimientos es aún mayor.
      Pásate cuando quieras por aquí. Ha sido un placer.
      Un beso de vuelta :)

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