viernes, 24 de junio de 2011

Sin palabras


Cuando nada se consigue sólo con palabras, es mejor callar. Dejar paso al silencio. 
Parar de una vez el torrente de palabras que soltamos con la esperanza de influir en el otro, consolar, ayudar o convencer. 
Lanzamos palabras que pretenden ser caricias, pero se convierten en roces inútiles; se pierden frente a la apatía o la incomprensión del otro; se ahogan entre la corriente que las empuja, y terminan regresando para herirnos.
A veces, es mejor que el río de palabras llegue al mar del silencio. Que reposen allí, y tal vez alguna sobreviva al paso del tiempo, con el todo el valor que quisimos darle.

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